4.1.2.8 La obra poética de Octavio Smith (1921-1987)


Octavio Smith se mantuvo al principio alejado de los movimientos estéticos de su tiempo, pero aún así participó de las inquietudes culturales de Orígenes y desarrolló una poética signada por la renuncia a la carnalidad, como parte del sentido del sacerdocio dentro de la religiosidad católica.

Cintio Vitier, al compilar algunas de sus piezas en “Diez poetas cubanos”, afirmó: “Espíritu retraído, católico de fe profunda y viviente, realiza desde hace años una obra poética en la que advertimos el sutil y obstinado avance de su idioma hacia una esfera totalmente propia, caracterizada por la aguda incineración de los sentidos en un fervor ascético”

Con posterioridad a este juicio la obra de Smith continuó moviéndose en una órbita similar, pero no solo de signo ascético pues la realidad aparece transpuesta a un lirismo delicado, en el que prima la adjetivación y un empleo de recursos retóricos encaminado a manifestar toda la grandiosidad que el poeta percibe, desde un culto inveterado al Creador y al universo, próximo a la cosmovisión panteísta.

Entre las piezas poéticas que concibió se encuentran las siguientes: “Del furtivo destierro”, 1946; “Casa marina”, 1946; “Estos barrios”, 1966; “Crónicas”, 1974; “Andanzas”, 1987 y la antología poética que recoge piezas de los anteriores volúmenes “Lejos de la casa marina”, de 1981. A lo largo de toda esta trayectoria mantuvo ese lirismo de acuática resonancia, con una espiritualidad que encuentra en lo lírico su camino adecuado de expresión.

El poeta tiene la capacidad de transmutar la realidad para dotarla de un halo místico – mágico, que nace de su capacidad imaginal interior y no de la percepción inmediata más allá de sus contornos. En este sentido retoma algunos hilos poéticos de nuestra tradición perdidos en el tiempo, como la peculiar sensibilidad de Luisa Pérez de Zambrana.

Octavio Smith no es sin embargo un poeta de la sencillez ni de la síntesis lírica, su aprehensión del mundo aparece siempre plasmada a través de amplias adjetivaciones, que pretenden comunicar la plétora física y emocional de su contexto, pero donde su óptica mediatiza la sustancia poética. Aunque su obra no fue extensa y tal vez por ello no figura en el primer plano de nuestra tradición –no aparece en la mayor parte de las antológicas del quehacer lírico nacional- sí impregnó sus creaciones de un lirismo peculiar, a su modo asido a lo cubano.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)